martes

Chistes de Judíos

El rabino y el inspector de hacienda

Una vez acabado el año fiscal, la Agencia Tributaria envió a un inspector de hacienda para auditar los libros de una sinagoga. Mientras los iba comprobando, se giró hacia el rabino y le dijo:

-Observo que compraron un montón de cirios. ¿Qué es lo que hacen con los restos de cera que gotean?

-Buena pregunta -contestó el rabino-. Los vamos guardando y los devolvemos al fabricante, y de vez en cuando ellos nos envían gratis una caja de cirios.

-¡Oh! -respondió el inspector, algo decepcionado con que su insólita pregunta hubiese tenido una respuesta tan buena, pero continuó con sus odiosas maneras-. ¿Qué me puede decir sobre sus compras de galletas? ¿Qué hacen con las migajas?

-Ah, sí -respondió el rabino, dándose cuenta de que el inspector estaba intentando ponerle en un aprieto con sus absurdas preguntas-, las recogemos y las devolvemos a los fabricantes, y de vez en cuando nos envían gratis una caja de benditas galletas.

-Ya veo -respondió el inspector, estrujándose el cerebro para ver cómo podía sacar de quicio al sabelotodo del rabino-. Bien, rabino, ¿y qué es lo que hacen con los prepucios que van quedando de las circuncisiones que llevan a cabo?

-Pues aquí tampoco desperdiciamos nada -respondió el rabino-. Lo que hacemos es irlos guardando y enviarlos a la Agencia Tributaria, y de vez en cuando, una vez al año más o menos, ellos nos envían un completo capullo.



Prácticas religiosas

Murió el rabino de un pequeño pueblo y, después de algún tiempo, su congregación decidió que la viuda debía casarse de nuevo. Dado lo pequeño del pueblo, el único candidato disponible era el carnicero. Aunque muy renuente, porque estaba acostumbrada a vivir con un estudioso, la viuda aceptó. Se celebró el matrimonio y el viernes por la noche, después del baño ritual, el nuevo marido le dijo a la ex viuda:

-Mi madre siempre dijo que al comenzar el sábado es un precepto practicar sexo antes de ir a la sinagoga.

Así que practicaron. Al volver de la sinagoga, él dijo:

-Según mi padre, es un precepto practicar sexo antes de cenar.

Y volvieron a practicar. Una vez en la cama, supuestamente para dormir, él le dijo:

-Mi abuelo me dijo que siempre se debe practicar sexo en la noche del sábado.

Por lo que practicaron aquel día una vez más. Finalmente durmieron, y al despertar el domingo por la mañana él le dijo:

-Mi tía dice que un judío religioso siempre empieza la semana practicando sexo.

Así que practicaron otra vez más. Ese domingo la ex viuda fue al mercado y se encontró con una amiga, que le preguntó:

-¿Y qué tal tu nuevo marido?

-Bueno..., mira, un intelectual no es, ¡pero viene de una familia maravillosa!



Gastronomía del paraíso y el infierno

Un judío piadoso falleció y llegó al paraíso. Dios, al recibirlo, le preguntó:

-Moishe, ¿tienes hambre?

-Sí, por supuesto -respondió Moishe-.

Dios trajo entonces un pedazo de pan negro y una lata de atún. Mientras comían, miraron hacia abajo y vieron que en el infierno comían jugosos churrascos, hermosos langostinos, perdices, tortas y vino. Moishe se moría de curiosidad, pero siguió comiendo en silencio.

El día siguiente, Dios nuevamente invitó a Moishe a comer con él, y nuevamente la comida se componía de pan y atún. Mientras tanto, en el infierno comían cordero, caviar, chocolate, dulces y champagne. Moishe guardó otra vez silencio. Al día siguiente, llegada la hora de la comida, Dios trajo por tercera vez atún y pan. Moishe, sin poder ya contenerse, se dirigió a Dios en estos términos:

-Dios mío, yo estoy muy agradecido de que me consideraras digno de entrar por las puertas del paraíso como premio por haber sido un judío piadoso, pero me pregunto por qué en el paraíso comemos solamente pan y atún, mientras los habitantes del infierno disfrutan de colosales banquetes como si fueran reyes. Es algo que no puedo entender.

-Dios suspiró y le dijo:

-Te voy a ser sincero: ¡para dos no merece la pena cocinar!



Presta atención


Un niño judío estaba parado en una esquina, escuchando atentamente lo que un hombre le decía. Justo en ese momento pasó su padre, que al ver a su hijo lo llamó:

-¡Samuel, ven aquí ahora mismo!

El niño acudió presuroso a su lado.

-Sí, padre, ¿qué quieres?

-¿Se puede saber qué estás haciendo, Samuel?

-Ese señor me está hablando, y yo le estoy prestando mucha atención.

El padre le dio un tremendo bofetón.

-¿Cuántas veces te he dicho que no debes prestar nada?

-Pero, padre, ¡es que le estoy prestando atención con mucho interés! -replicó Samuel-.

-¡Ahhhh...! ¡Perdóname, hijo, si es con mucho interés está bien!




El Muro de las Lamentaciones


Una reportera de CNN escuchó hablar de un viejito judío que había estado orando en el Muro de las Lamentaciones durante muchos años, todos los días, dos veces por día. Así que se fue para allá, a comprobarlo. Pudo identificar al hombre fácilmente mientras se acercaba al Muro de las Lamentaciones, caminando lentamente. Lo observó mientras oraba. Después de 45 minutos, cuando el viejito se estaba dando la vuelta para irse, ella se acercó para hacerle una entrevista.

-Discúlpeme, señor. Soy Rebeca Smith, reportera de CNN. ¿Cuál es su nombre?

-Moises Fishbein -respondió el hombre-.

-¿Durante cuánto tiempo ha venido usted al Muro de las Lamentaciones?

-Alrededor de 60 años.

-¡60 años! ¡ Es asombroso! ¿Y por quién o por qué reza?

-Rezo por la paz entre cristianos, judíos y musulmanes. Rezo porque terminen todas las guerras y los odios entre la gente. Rezo para que los niños crezcan como adultos responsables, amando a sus semejantes.

-¿Y cómo se siente usted después de estos 60 años?

-¡Como si le hubiera estado hablando a una pared!




El enfado del rabino


La congregacón de una ciudad de los Estados Unidos quiso honrar a su rabino, que cumplía 25 años de servicio, y lo envió a Hawai durante una semana con todos los gastos pagados. Al llegar el rabino a su habitación en el hotel encontró acostada en la cama a una hermosa muchacha desnuda, que le dijo:

-Hola rabino, yo soy una pequeña atención que el presidente de su congregación le envía.

El rabino, rojo de ira, descolgó el teléfono para llamar al presidente de la congregación:

-Greemberg, ¿qué concepto tiene usted de mí como persona? Yo soy un líder espiritual para nuestra comunidad. Como su rabino estoy muy enojado con usted. ¡Qué falta de respeto!

La chica, apesadumbrada, se levantó de la cama y comenzó a vestirse. Cuando el rabino vio lo que estaba haciendo, le dijo:

-¿Dónde vas? ¡Estoy enojado con Greemberg, no contigo!




Un mandamiento


Dios le preguntó a los romanos:

-¿Ustedes quieren un mandamiento?

-¿Cuál sería el mandamiento, Señor?

-¡No matarás!

-No, gracias. Eso interrumpiría nuestras continuas conquistas.

Entonces Dios le preguntó a los egipcios:

-¿Ustedes quieren un mandamiento?

-¿Cuál sería el mandamiento, Señor?

-¡No cometerás adulterio!

-No, gracias. Eso arruinaría nuestros fines de semana.

Dios entonces les preguntó a los sirios:

-¿Ustedes quieren un mandamiento?

-¿Cuál sería el mandamiento, Señor?

-¡No robarás!

-No, gracias. Eso arruinaría nuestra economía.

Dios entonces preguntó a los judíos:

-¿Ustedes quieren un mandamiento?

-¿Cuánto costaría?

-Es gratis.

-¡Entonces mándanos diez!




Los pretendientes de Rebeca

Don Jacobo, padre de Rebeca, preocupado por ésta, le preguntó:

-Querida Rebeca, ¿tienes algún pretendiente?

-Sí, papá, tengo tres.

El padre decidió someter a prueba a cada uno de ellos: Abraham, Isaac y Samuel. Don Jacobo le entregó a Abraham un huevo, a Isaac una naranja y a Samuel un chorizo, y les dijo que en una semana debían volver y contar qué hizo cada uno con lo que se llevó. Pasó la semana, llegó Abraham y Don Jacobo le preguntó:

-¿Qué hizo con el huevo, Abraham?

-Bueno..., al huevo le rompí la cáscara, la tiré a la basura, me preparé un huevo frito y me lo comí.

-¡No! ¡Mal, mal! Usted desperdició la cáscara de huevo, que bien picadita es comida para pájaros. No merece casarse con Rebeca. ¡Váyase!

Luego llegó Isaac y le dijo a Don Jacobo:

-Bueno..., yo pelé la naranja, me la comí y tiré la cáscara y las semillas.

El padre de Rebeca, enfurecido, le dijo:

-¡No, no y no! ¡Mal, muy mal! La cáscara de naranja es alimento de gallinas. Las semillas las puede plantar y así, algún día, podrá tener naranjas. Usted tampoco merece la mano de Rebeca. ¡Márchese!

Finalmente llegó Samuel y Don Jacobo, ya indignado, le preguntó:

-¿Y bien? Samuel, ¿qué hizo usted con el chorizo?

-Bueno, Don Jacobo..., yo al chorizo le quité el hilo y me cosí un botón de la camisa; después lo pelé y me comí lo de dentro; con el pellejo de fuera me fabriqué un preservativo y le hice el amor a su hija; y aquí tiene usted la leche para el gatito.



Don Isidoro


Don Isidoro, un viejito judío inmigrante, vivía en Los Angeles. Se dedicaba a vender telas. Daba la casualidad de que un vecino, James, era el antisemita más grande de la ciudad. Un día James le dijo a don Isidoro:

-¡Ey! Judío, necesito que me vendas un pedazo de tela color naranja, que mida desde la punta de tu nariz hasta la punta de tu pene.

-Boino, está bien -contestó don Isidoro-.

Al día siguiente, un tremendo ruido de motores despertó a James. Se asomó por la ventana y vió, horrorizado, en la puerta de su casa, una fila de camiones, y del primero estaban bajando el comienzo de un rollo de tela color naranja que seguía en los otros camiones. Tocaron al timbre y apareció una persona de la compañía de transportes con una factura a su nombre de 15.000 dólares. James corrió desesperado a la casa de su vecino Isidoro, golpeó la puerta y le dijo:

-Judío, ¿por qué me hiciste esto a mí? ¡Te dije un pedazo de tela desde tu nariz a la punta de tu pene!

-Boino -contestó don Isidoro tranquilamente-, la punta de mi pene quedó en Polonia.



Crédito de un dólar

Va Samuel, el judío, al Banco Israelita y se acerca al cajero.

-Buenos días Samuel -lo saluda el cajero atentamente-.

-Buenos días. Vengo a pedir un crédito de un dólar.

-¿Un dólar? Pero Samuel, le retiro esa cifra de cualquiera de sus cuentas o inversiones y solucionado el problema.

-Si no me da el crédito, Samuel retira inversión, retira dinero, retira joyas, retira todo.

-Pero no, Samuel, no es para tanto, si usted quiere el crédito se lo damos -y le acerca los papeles para que los firme-.

-¿Cuánto es el interés?

-3% mensual.

-Esta bien, pero quiero dejar en garantía de pago mi BMW.

-No Samuel, no es necesario, con sus cuentas es más que suficiente.

-Si no dejo mi BMW como garantía, Samuel retira inversión, retira dinero, retira joyas, retira todo.

-Está bien, Samuel, puede dejar su BMW en garantía en la bóveda del Banco hasta dentro de 30 días.

-¡Perfecto!

Vuelve Samuel a su casa y le dice a su esposa:

-Ruth, ya podemos tener unas vacaciones tranquilas, conseguí estacionamiento por 3 centavos el mes completo.

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