martes

Chistes de Borrachos

Control de alcoholemia

Un conductor, con evidentes signos de embriaguez, fue sometido a un control de alcoholemia. Una vez obtenido el resultado, el guardia civil se dirigió al ebrio conductor:

-Le vamos a retirar el carnet de conducir. Ha dado usted 4,5.

-¡Joder...! ¿Y me van a suspender por medio punto?



El borracho y la rubia

Un borracho estaba bajando las escaleras mecánicas en un centro comercial. Cuando llegó abajo, vio a una rubia despampanante que se disponía a subir por las escaleras. El borracho se agachó para poder mirar bajo la minifalda de la chica. Ésta, al ver el descaro del borracho, le recriminó:

-¡Tú no eres un caballero!

A lo que el borracho replicó:

-¡Ni tú rubia natural!



Buena razón

El marido llegó a casa al amanecer, borracho como una cuba y con manchas de carmín por toda la cara. Su mujer lo esperaba en la puerta.

-¡Supongo que tendrás una buena razón para llegar a casa a las seis de la mañana...!

-¡Sí! El desayuno.



El borracho y la rubia

Un borracho estaba tomando la penúltima en un bar poco iluminado. A su lado había una rubia impresionante. El borracho le dijo:

-¿Quieres que te cuente un chiste de rubias muy gracioso?

La mujer, con cara de mosqueo, le respondió:

-Bueno, pero antes de que me cuentes el chiste te voy a contar yo algo de mí. Como ya has visto soy rubia, pero también has de saber que mido 1,80 m., peso 95 kilos y soy culturista. Además, esta otra rubia que ves aquí, que es mi novia, mide 1,85 m., pesa 100 kilos y es aficionada a levantar pesas. Para acabar, esta otra rubia que está a su lado es amiga nuestra, mide 1,92 m., pesa 97 kilos y es kick-boxer profesional. Y ahora que sabes todo esto, dime, ¿aún quieres contar ese chiste de rubias?

-¡Pues ya no! Si lo voy a tener que explicar tres veces...



Amenaza conyugal

Llegó el marido a casa, otra vez borracho, y su mujer, con cara de enorme enfado, lo recibió con estas palabras:

-La próxima vez que vuelvas borracho a casa me vuelvo a casa de mi madre.

El marido respondió:

-¡Júramelo!



Prueba de inocencia

Un borracho intentaba abrir la puerta de su casa cuando apareció la policía. Al verlo, le preguntaron por qué estaba intentando forzar la puerta.

-¡Pero si ésta es mi casa! -replicó con dificultad el hombre-.

Cuando consiguió por fin abrir la puerta, hizo pasar a los agentes para aclarar la situación.

-¿Ven esos muebles? Son mis muebles, yo los compré. ¿Ven ese televisor? Es mío, yo lo compré.

Luego, los hizo pasar a la habitación matrimonial.

-¿Ven esa cama? Es mi cama, yo la compré. ¿Ven a esa mujer que está durmiendo en mi cama? Esa es mi esposa. ¿Y ven al hombre que está durmiendo junto a ella? Ese soy yo.



La casa más cercana

Dos hombres estaban bebiendo en un bar, que estaba a punto de cerrar.

-Oye, ¿por qué no vamos a mi casa a continuar la juerga? -dijo uno de ellos-.

-No, mejor vamos a la mía, que está aquí al lado.

-La mía también está al lado.

-Entonces vamos a ver cuál está más cerca.

Llegan a la esquina frente al bar, se detuvieron y uno de ellos dijo:

-Ya llegamos, esta es mi casa.

-¡No puede ser, esta es mi casa!

-Llamemos al timbre, así sabremos de quién es esta casa.

Llamaron varias veces a la puerta, hasta que salió una mujer y, con cara de enfado, les dijo:

-¡Vaya! ¡Qué bonito! ¡Padre e hijo otra vez borrachos!



El honor, la familia y la vergüenza

Estaba un señor en un bar y, cada vez que el camarero le servía una copa, él hacia el mismo brindis:

-Por mi honor, por mi familia y por mi vergüenza.

Esto sucedió varias veces seguidas, por lo que el camarero acabó preguntando:

-Disculpe, señor, ¿por qué repite usted siempre el mismo brindis: "Por mi honor, por mi familia y por mi vergüenza"?

-Bueno, le contaré lo que me pasó. Yo soy un honrado padre de familia. Sucedió que el fin de semana pasado me quedé solo en casa, pues mi esposa había salido con los niños a dar un paseo por la ciudad. Yo tengo un perro doberman, que se quedó conmigo en casa. Cuando me estaba bañando tranquilamente, con la puerta abierta, se me cayó jabón, me agaché a recogerlo y, estando en esa posición, vino el doberman, se me subió en la espalda y me penetró por detrás. Como usted comprenderá, fue entonces cuando perdí mi honor. Después llegó mi esposa y vio que el perro me tenía ensartado, y pensó que me gustaba la relación con el animal, y ahí perdí mi familia.

-Y la vergüenza, ¿cuándo la perdió?

-Cuando el maldito perro ese salió corriendo conmigo, arrastrándome por todo el barrio.



Disfrazada de diablo

Una mujer, cansada de que su marido llegara borracho a casa todas las noches, decidió darle un susto para que escarmentara. Esa noche, cuando el esposo todavía no había regrasado de la juerga, se disfrazó de diablo y lo esperó en silencio en la oscuridad. Apenas escuchó girar la llave en la cerradura, la esposa se preparó y, en cuanto entró el marido, alcoholizado como siempre, cayó encima de él, gritando:

-¡Grrrrrrrrr! ¡He venido a llevarte!

El hombre la miró con tranquilidad y respondió:

-No me importa. ¡Hace veinte años que vivo con tu hermana!



Orgía etílica

Por la noche, los tres amigos, que habían estado bebiendo toda la tarde, decidieron ir a un burdel con la intención de celebrar una orgía. Por el camino, uno de ellos se durmió por la enorme borrachera que llevaba. Los otros dos amigos decidieron llevarlo a su casa y dejarlo allí. Tocaron a la puerta y se fueron corriendo. Salió la esposa del borrachín a ver quién llamaba y se encontró a su marido, tirado en el suelo. Como pudo, lo llevó hasta la cama y comenzó a desvestirlo. En ese momento, el borrachín despertó y dijo:

-¡Lo sabía, hijos de puta! ¡Me habéis vuelto a dejar a la más fea!



El reloj parlante

De madrugada, el embriagado anfitrión llegó a su piso acompañado de unos amigos. Orgulloso, comenzó a enseñarles el piso. Cuando llegaron al salón, vieron un inmenso gong de bronce en un rincón.

-¿Y eso? -preguntó uno de los invitados-.

-Es un reloj parlante -contestó el dueño del piso-.

-¿Reloj parlante? Pero si no se le ven números, ni agujas ni nada. ¿Cómo funciona?

-¿Queréis saber la hora? Observad cómo se hace.

El hombre agarró el mazo y le dio un golpe tremendo al gong, que emitió un sonido ensordecedor. Al cabo de unos instantes, desde la pared de detrás una voz gritó a todo pulmón:

-¡Hijo de puta! ¿Ya empezamos? ¡Que son las dos y media de la mañana!



Tres cafés

Un borracho entró en un bar y le pidió al camarero que le sirviera tres cafés.

-¿Tres cafés? -dijo sorprendido el muchacho-.

-Sí. Uno para mí, otro para ti y otro para tu puta madre.

El empleado, sorprendido, se contuvo. Al día siguiente, el mismo borracho le pidió al mismo camarero:

-Tres cafés.

-¿Tres... cafés, señor?

-¡Sí, tres! Uno para mí, otro para ti y otro para tu puta madre.

El camarero no pudo aguantarse más y le propinó un tremendo puñetazo al borracho. Éste, al día siguiente, regresó al bar. El camarero lo recibió con ironía:

-¿Tres cafés, señor?

Respondió el borracho con miedo:

-¡No! ¡Tres no! Quiero sólo dos cafés: uno para mí y otro para tu puta madre. ¡Que a ti el café te altera!



¡Especifique, especifique!


-Buenas noches. Esto es un control de alcoholemia, pero tenemos el aparato estropeado, así que le voy a hacer una serie de preguntas para saber si usted está bebido o no. ¿De acuerdo? Va usted por la carretera, de frente ve dos luces que se acercan. ¿Qué piensa usted que es?

-¿Pues qué va a ser? ¡Un coche!

-Sí, pero, ¿qué coche? ¿BMW, Mercedes, SEAT...? ¡Especifique, especifique!

-¿Y cómo quiere que lo sepa?

-¡Mal empezamos! Creo que usted no va a pasar la prueba. A ver, siguiente pregunta: va usted por la carretera y ve de frente una luz que se acerca. ¿Qué es?

-¿Pues qué va a ser? ¡Una moto!

-Sí, pero, ¿qué moto? ¿Kawasaki, Suzuki, Yamaha...? ¡Especifique, especifique!

-¿Pero cómo quiere que lo sepa?

-Definitivamente, creo que usted da positivo en la prueba de alcoholemia...

El hombre, que ya está más que harto, le dice al guardia:

-¿Puedo hacerle una pregunta?

-¡Adelante, hágala!

-Va usted por la carretera, y en la cuneta ve a una señorita con poca ropa, minifalda, un gran escote, apoyada en una columna, moviendo su bolso en círculos. ¿Qué cree usted que es?

-¿Pues qué va a ser? ¡Una puta!

-Sí, pero, ¿qué puta? ¿Su madre, su hermana, su abuela? ¡Especifique, especifique!



¿Bailamos, mi negra?

Comenzó la música y un borracho que estaba sentado vio a una señora de negro que estaba sentada enfrente suyo. Tambaleante, se aproximó y le dijo:

-¡Hic! Hola, mi negra, ¿me da el placer de este baile?

-¡No!

-¡Hic! ¿Y por qué no?

-Sencillamente no, por cuatro motivos: Primero, porque usted está borracho. Segundo, porque esto es un velorio. Tercero, porque el Ave María no se baila. Y cuarto, porque "mi negra" será tu puta madre, ¡yo soy el cura!



En el supermercado

Una mujer estaba comprando en el supermercado. Cuando iba a pagar, colocó el carrito ante la caja y sacó un litro de leche, una docena de huevos, zumo de naranja y un paquete de bacon. Un borracho que había tras ella iba observando con detenimiento cada uno de los artículos que la mujer sacaba del carrito. Cuando se disponía a pagar, el borracho se le acercó y le dijo:

-Disculpa mi atrevimiento, pero, ¿verdad que eres soltera?

La mujer, sorprendida pero intrigada por el comentario, revisó cada uno de los artículos que había comprado, pero no encontró nada fuera de lo común que pudiera revelar su estado civil.

-Sí, efectivamente soy soltera. ¿Cómo lo adivinó?

-Por lo fea que eres, cabrona.



La flecha

Iba un hombre conduciendo, con unas copas de más, y se saltó una señal con una flecha que anunciaba un giro hacia la izquierda. Él siguió recto y se empotró contra un árbol. Al rato llegó un policía y le dijo:

-¿No vio usted la flecha?

-No, señor guardia, ni al indio que me la tiró tampoco.



Control de alcoholemia

En una prueba de alcoholemia el guardia civil le enseña el alcoholímetro, que marca 3,45, al conductor, cuya embriaguez resulta evidente:

-Mire: 3,45... ¿no le da vergüenza?

-¡Joder! ¡Las cuatro menos cuarto! ¡Mi mujer me mata!



Curiosidad etílica

Entra un borracho en una comisaría:

-¿Podría ver al que robó en mi casa anoche?

-¿Y para qué lo quiere ver?

-Para saber cómo entró sin despertar a mi mujer.



En el confesionario

Entró un borracho a la iglesia y se dirigió al confesionario. El cura ya estaba sentado dentro del cubículo y el borrachito se colocó afuera. Pasaron cinco minutos y todo continuaba en silencio. El cura tosió un poco para hacerse notar y el borrachito no dio ninguna respuesta. Pasaron otros cinco minutos y el cura volvió a toser, nuevamente sin respuesta. Tras otros diez minutos el cura se desesperó y golpeó con fuerza en la pared del confesionario. Entonces el borracho le dijo:

-Tranquilo, señor, ¡hip!, no se ponga nervioso. En este lado ¡hip! tampoco hay papel higiénico.



Cargando con el reloj

Un señor compró un enorme reloj antiguo, de piso. Lo iba cargando penosamente por la calle cuando un borracho tropezó con él.

-¿Por qué no se fija por dónde va? -le dice el señor, muy enojado-.

Replica, con tartajosa voz, el ebrio:

-Y usted, ¿por qué no usa reloj de pulsera, como todo el mundo?

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