martes

Chistes de Religiones

La divina proporción

Preguntó el hombre a Dios:

-¿Cuánto es para ti 1.000 años?

-Como para ti un minuto -respondió Dios-.

-Señor, ¿y cuánto es para ti 1.000 euros?

-Como para ti un céntimo.

El hombre se quedó pensativo un momento. Al poco volvió a preguntar:

-Dios, ¿me das un céntimo?

-¡Claro que sí, hijo! ¡Espérate un minuto...!



El sacerdote y el taxista


Al morir y llegar al Cielo un sacerdote y un taxista, que habían sido vecinos y amigos en la Tierra, fueron llevados a sus eternas moradas. El sacerdote vio con asombro al taxista, a quien instalaron en una casa con piscina, pista de tenis y todas las comodidades imaginables. Mientras, a él le dieron una casa común y corriente.

-¿Señor, pero qué es esto? ¡Toda mi vida yo prediqué tu palabra sobre la Tierra y mira lo que haces!

El Señor respondió:

-Cuando tú predicabas, yo sólo escuchaba gente reoncando. ¡Pero tendrías que haber visto con qué fervor oraba la gente cuando conducía éste!




¿Cuándo comienza la vida?


Ante el debate sobre el aborto y las investigaciones con celulas embrionarias, un grupo decidió entrevistar a varias autoridades médicas y religiosas en relación al tema "¿cuándo comienza la vida?". Unos dijeron que la vida comienza a la hora del parto; otras autoridades respondieron que el ser es considerado vivo cuando el corazon está formado, cuando nacen y comienzan a respirar; otras respondieron que la vida comienza en el momento de la concepción; etc., etc.

Un rabino, entre los entrevistados, respondió: "Para mí, la vida comienza cuando los chicos terminan la universidad, se mudan a sus casas y se llevan consigo todos los animales de compania".




Pecados capitales

Un dependiente llevaba toda la mañana trabajando sin parar, con traje y corbata, totalmente fatigado y transpirado, cuando vio en el otro extremo de la tienda a su veterano compañero, con una cerveza en la mano, tumbado en un sillón, disponiéndose a echar la siesta. El vendedor, enfurecido, corrió hacia él y le dijo:

-¿Usted no sabe que la pereza es uno de los siete pecados capitales?

El compañero, sin moverse de donde estaba, le contestó:

-¡Y la envidia otro!



El pene del rabino

El rabino Isaac Bernstein sufrió un terrible accidente que le provocó, entre otras cosas, la pérdida de su pene. Cuando visitó al urólogo, desanimado y errático, fue rápidamente reconfortado.

-Tranquilo, rabino, ahora la ciencia, combinada con la técnica, pueden solucionar cualquier problema, inclusive con circuncisión y todo.

Le entregó un muestrario en el que había un pene pequeño a $1.500, uno mediano a $3.000 y uno grande a $5.500. El hombre desechó el pequeño y dudaba entre el mediano y el grande. Mientras pensaba, el facultativo le dijo que sería conveniente que lo consultara con su esposa. A Isaac le pareció un buen consejo y llamó a su esposa para explicarle las opciones. El médico, al regresar al consultorio, encontró al rabino mirando hacia el vacío con tristeza.

-Y bien, amigo, ¿cuál es la decisión?

-Sara dice que prefiere remodelar la cocina...



Malditos nombres

Tres vehículos quedaron implicados en una colisión múltiple. En cada uno de ellos viajaba un matrimonio. No hubo supervivientes, así que las tres parejas fueron a la vez a las puertas del Cielo. Allí estaba San Pedro, el portero celestial. La primera de las mujeres se dirigió a él, pidiéndole que ella y su esposo fueran admitidos en la morada de la eterna bienaventuranza. San Pedro le preguntó:

-¿Cómo se llama tu marido?

-Etelvino.

-Lo siento -respondió San Pedro-, no podemos admitir en el Cielo a alguien cuyo nombre evoca bebidas embriagantes.

Avanzó la segunda esposa, pidiendo al portero la misma gracia.

-¿Cuál es el nombre de tu marido?

-Teodoro.

-Lo siento, pero no podemos admitir a nadie cuyo nombre hace pensar en el oro, origen de la codicia humana.

Al oír aquello, la tercera mujer se dirigió a su marido, muy apurada:

-¡Creo que vamos a tener problemas, Próculo!



Marx en el Cielo

Se muere Karl Marx y se va al Infierno. A los tres días sube el Diablo a ver a San Pedro.

-¡Coño, Satán, qué mala cara traes!

-¡No me hables, macho! ¡Que me han mandao a un tal Marx y ya no hay quien haga nada en el Infierno! El tío ha montado una revolución, con manifestaciones, huelgas... ¡Para qué te voy a contar!

-Oye, pues mandámelo para acá unas semanas, a ver si se calman las cosas ahí abajo.

-Pedro, macho, ¡me has salvado la vida! Esta tarde te lo mando.

A las tres semanas vuelve a subir el Diablo.

-¿Qué? ¿Cómo os va con el Marx ese que os mandé?

-¡Ah, perfecto! ¡Macho, el tío se ha integrado aquí como nadie! Ha hecho amigos entre los angeles, los santos...

El Diablo, sorprendido, dice:

-Pero... ¿y qué dice Jesús de todo esto?

-¡Uy! Jesús y Marx son íntimos, como uña y carne, siempre juntos, discutiendo problemas filosóficos.

El Diablo no da crédito a lo que oye y pregunta:

-Pero bueno, ¿y Dios qué dice a todo esto?

-¿Dios...? ¿Dios? ¡Pero si Dios no existe...!



Audiencia con el Papa


Manolo no hablaba italiano y hacía unos seis meses que intentaba conseguir una audiencia con su santidad el Papa. Insistió e insistió tanto que al fin se la concedieron para un martes por la tarde.

El hombre llegó al Vaticano para cumplir con la cita, pero tuvo que esperar un buen rato y empezaba a estar molesto por la tardanza. Por fin el portero de la guardia suiza le abrió la puerta del salón donde se encontraba el papa. El piso estaba muy pulido, tanto que parecía un espejo. Manolo entró y, debido a su nerviosismo y a lo pulido del suelo, se resbaló y fue a caer de rodillas al lado del papa. Éste, haciendo esfuerzos por aguantar la risa, lo saludó:

-¡Ohhh! Buona sera, buona sera.

-¡Los cojones! ¡Sí que será buena, pero le están echando mucha!



Discurso en la ONU

El representante de Israel ante las Naciones Unidas:

-Antes de empezar mi discurso querría contarles algo sobre Moisés. Cuando Moisés golpeó la roca y de ella salió agua pensó: "¡Qué buena oportunidad para darme un baño!" Se quitó la ropa, la dejó junto a la roca y entró al agua. Cuando acabó y quiso vestirse, su ropa no estaba allí. Se la habían robado los palestinos.

El representante de Palestina saltó furioso y dijo:

-¿Qué dice? ¡Si los palestinos no estaban allí entonces!

El representante de Israel sonrió y dijo:

-Y ahora que ha quedado esto bien claro, comenzaré mi discurso.



Abstinencia

Dos amigos se encuentran en la calle, y uno le dice al otro:

-¿Sabes que estuve intentando ingresar en el Opus Dei? Mi señora y yo somos muy religiosos y pretendemos que los chicos también se eduquen con los mismos valores.

-¿En serio? Te felicito, pero ahí hay un tema muy complicado, creo que te piden un período de abstinencia sexual.

-Así es. Me dijeron que tenía que pasar seis meses sin tener relaciones. Lo iba llevando bastante bien hasta el tercer mes, pero un día mí mujer se agachó para agarrar un yogurt de la nevera; ahí ya no aguanté más, tres meses sin tocarla, ya no podía más, me tiré encima de ella con todas las ganas, le arranqué la ropa con los dientes, le hice el perrito, la carretilla, la vuelta al mundo..., la puse encima, debajo..., gritamos, gemimos e hicimos de todo hasta quedar exhautos.

-¿Y te echaron del Opus Dei?

-Sí, ¡y también del Carrefour!



Conversación en el Edén

Adán está en el Edén con Dios y le pregunta:

-¿Por qué hiciste a la mujer tan hermosa?

Y Dios contesta:

-Para que te enamores de ella.

Y pregunta de nuevo:

-Pero, ¿por qué la hiciste tan tonta?

Y Dios responde:

-Para que se enamore de ti.



Saludo teológico

Un pastor se cruzó en la calle con un sacerdote católico. El sacerdote, con disimulo pero con claridad, le dijo:

-Adiós, hijo del diablo.

El pastor le contestó:

-Adiós, padre.



Reencuentro familiar

Estaba San Pedro en la puerta del cielo cuando le entraron ganas de ir al baño. Entonces le pidió a Jesús que lo reemplazara unos minutos. De mala gana, Jesús se sentó en el escritorio a recibir a los que intentaban entrar. En eso apareció un viejito y Jesús le preguntó:

-Abuelo, ¿a qué se dedicaba en la tierra?

-Yo era carpintero, tenía una larga barba, muchas canas, era pobre y supe tener un hijo fruto de un milagro y que fue muy famoso y muy querido por todos los hombres, especialmente por los niños...

Jesús, emocionado, lo miró sollozando y le dijo:

-¡Papá!

Y el abuelito, sorprendido y emocionado, y le respondió:

-¡Pinocho!



Judas

Jesucristo va caminando por el desierto con sus doce apóstoles. En un momento dado les ordena:

-¡Tomad una piedra y marchad con ella a cuestas!

Todos toman una piedra bien grande, salvo Judas, que toma una bien pequeña. Al poco tiempo, le dicen:

-Maestro, tenemos sed.

Jesucristo exclama:

-Entonces, ¡que las piedras se conviertan en agua!

Todos beben hasta hartarse, menos Judas, a quien apenas le alcanza para un sorbito. Jesucristo vuelve a ordenar:

-¡Tomad otra piedra para volver a caminar!

Todos toman su piedra, pero Judas esta vez toma un peñasco de una tonelada. Trescientos kilómetros después ven a un campesino que no obtiene cultivo de su tierra por falta de abono; entonces Jesucristo exclama:

-¡Que las piedras se conviertan en abono!

Judas, casi tapado de mierda, extiende sus brazos y clama al cielo:

-¿Es o no es para traicionarlo?



Un judío en el asilo

Un anciano judío es internado en el sanatorio "La Pequeña Compañía". Una monja, que era la superiora, le pregunta:

-¿Quién se hará responsable del pago de las facturas y los gastos que requieran su internamiento?

El judío anciano piensa un instante, y aclara:

-La única persona allegada a mí es una hermana vieja y solterona que se convirtió al cristianismo y ahora es monja.

-Un momento -le replica la superiora-. Nosotras no somos solteronas, ¡estamos casadas con Jesús!

-Bueno -determina el anciano-, en ese caso... envíen la cuenta a mi cuñado.



Tres sacerdotes y un oso

Un cura, un pastor pentecostal y un rabino estaban a cargo de sus respectivos templos en una universidad del norte de Michigan. Dos o tres veces a la semana, se reunían a tomar un café y charlar un rato. Un día, uno de ellos hizo un comentario diciendo que predicarle a la gente no era tan difícil, que un verdadero desafío sería convertir a un oso. Una cosa llevó a la otra, y decidieron hacer el experimento. Cada uno se adentraría en el bosque, buscaría un oso, le predicaría y trataría de convertirlo a su respectiva fe. Una semana más tarde se reunieron a comparar los resultados. El padre Flannery, con su brazo en cabestrillo, varios vendajes en todo el cuerpo y apoyado en muletas, fue el primero:

-Bueno, entré al bosque buscando al oso. Cuando lo encontré, comencé a leerle el catecismo. El oso no quería saber nada al respecto y comenzó a pegarme con sus enormes brazos. Así que rápidamente tomé mi agua bendita, lo salpiqué con ella y por Dios y la Santísima Virgen les juro que se puso manso como un corderito. El obispo vendrá la próxima semana a darle su primera comunión y su confirmación.

El reverendo Billy Bob habló después. Estaba en silla de ruedas, tenía un brazo y ambas piernas enyesadas y tenía suero conectado al otro brazo. En su encendida oratoria relató:

-Bueno, hermanos, ¡ustedes saben que nosotros no salpicamos a la gente! Cuando encontré al oso, comencé a leerle la palabra sagrada del Señor. Pero este oso no quería saber nada conmigo. Así que lo agarré del brazo y comenzamos a luchar. Rodamos colina abajo, luego seguimos luchando mientras subíamos otra colina y volvimos a rodar hacia abajo hasta terminar en un arroyo. Entonces rápidamente hundí su cabeza en el agua y bauticé su peluda alma. Y exactamente como te pasó a tí -añadió mirando al cura- se volvió manso como un cordero y pasamos el día alabando a Jesús.

El cura y el reverendo miraron al rabino, que yacía en una cama de hospital. Tenía yeso por todo el cuerpo, varios suministros de remedios, sangre por vía endovenosa y monitores que verificaban constantemente su estado. Estaba realmente mal cuando los miró y les dijo:

-Mirándolo en retrospectiva, creo que la circuncisión no era la mejor manera de intentar convertirlo.



Conversación religiosa

Un anciano judío muere y, al encontrar a Dios en el paraíso, le cuenta su vida.

-Lo peor que me ha pasado es que mi hijo se convirtiera al catolicismo.

-A mí también me pasó lo mismo -contesta Dios-.

-¿Y qué hiciste? -pregunta el judío-.

-Un nuevo testamento.



Juicio final

Ocurre una catástrofe mundial y millones de personas mueren. En el cielo, ante la llegada de tanta gente, es tanto el trabajo que Dios forma filas de hombres y de mujeres. Pero, como eran tantos, comienza a dividir las filas y habla a todos los hombres:

-Hagan dos filas: una para los hombres que dominaron a sus esposas y otra para los que fueron dominados por ellas.

Cuando Dios vuelve se encuentra con una fila de kilómetros, que corresponde a los "dominados", y un sólo un hombre en la otra fila. Dios les dice:

-No puedo creerlo, los hombres se creen mejores, controlan casi todo en el mundo y, aún así, todos son dominados por sus mujeres. ¡Aprended de este hombre! Cuéntales a todos, hijo, cómo conseguiste dominar a tu mujer y ser el único en esta fila.

El hombre mira a todos, se encoge de hombros y responde:

-No sé... mi mujer me dijo que me pusiera aquí...



El Papa y el Rabino

Hace varios siglos, el Papa decretó que todos los judíos debían convertirse al cristianismo o abandonar Italia. Esto produjo una fuerte reacción de parte de la comunidad judía, de modo que el Papa ofreció un acuerdo: tendría un debate con el líder de la comunidad. Si ganaban los judíos podrían quedarse en Italia. Si ganaba el Papa debían abandonarla. Los judíos aceptaron y buscaron un anciano y sabio rabino para que los representara en el debate. Pero, como el rabino no sabía hablar italiano y el Papa no sabía hablar hebreo, acordaron que el debate fuera silencioso.

El día elegido, el Papa y el Gran Rabino Moishe se sentaron frente a frente, y por un minuto ninguno se movió. De pronto, el Papa levantó su mano e hizo un giro con ella apuntando con tres dedos. El Rabino miró hacia atrás, levantó su mano y apuntó con un dedo. Luego el Papa giró su mano alrededor de la habitación. El rabino apuntó con su dedo hacia donde estaba sentado el Papa. El Papa sacó la hostia y el vino. El Rabino sacó una manzana. El Papa, entonces, se levantó de su asiento y se declaró vencido.

-El Rabino es muy sabio -sentenció-; los judíos pueden quedarse en Italia.

Más tarde, los cardenales le preguntaron al Papa qué había pasado.

-Primero levanté los tres dedos para representar la Trinidad. Él levantó uno para mostrar que cree en un sólo Dios, lo que es común en ambas creencias. Luego yo levanté un sólo dedo y giré mi mano para mostrar que Dios está alrededor de todos nosotros. El contestó apuntando el suyo hacia el suelo diciendo que Dios estaba aquí, con nosotros. Luego tomé la hostia y el vino para mostrar que Dios nos absuelve de todos los pecados. El sacó la manzana para recordarme el pecado original. Con ello me venció y no pude continuar.

Entretanto, los miembros de la Comunidad Judía se reunieron a celebrar el resultado, y le preguntaron al rabino qué habia sucedido.

-Primero me dijo que sólo teníamos tres días para abandonar Italia, asi que le contesté con el ademán de "¡Anda a cagar!" Luego me dijo que el mundo iba a estar limpio de judíos y le contesté: "Sr. Papa, nosotros nos quedaremos aquí."

-¿Y luego, que pasó? -preguntaron los miembros de la comunidad judía-.

-¿Y yo qué sé? Él sacó su almuerzo y yo saqué el mío -finalizó el Gran Rabino Moishe-.



Los patos

Tres mujeres mueren juntas en un accidente de tráfico y se van al cielo. Al llegar San Pedro les dice: "Solo hay una regla en el cielo: no deben pisar a los patos". Así que entran al cielo, y ¡sorpresa! el lugar esta plagado de patos. Es casi imposible no pisar los patos y, aunque hacen hasta lo imposible por evitarlos, la primera mujer accidentalmente pisó uno. Y allá viene San Pedro, con el hombre más feo que la pobre mujer haya visto jamás. San Pedro los encadena juntos y dice: "Tu castigo por pisar a los patos será pasar la eternidad encadenada a este hombre feo".

Al día siguiente, la segunda mujer accidentalmente pisa un pato, San Pedro se da cuenta y se le ve venir, trayendo con él a otro hombre extremadamente feo. Los encadena juntos y les da el mismo discurso que a la primera mujer.

La tercera mujer observo todo esto y, no queriendo ser encadenada a un hombre feo por toda la eternidad, se vuelve muy cuidadosa para fijarse en donde pisa. De alguna manera, se las arregla para pasarse meses y meses sin pisar ningún pato. Pero un día llega San Pedro con el hombre más hermoso que ella ha visto jamás: alto, guapo, de ojos grandes y pestañas largas, con un cuerpo delgado y musculoso. San Pedro los encadena juntos sin decir palabra. La mujer, sin salir de su asombro, dice: "Me pregunto qué habré hecho para merecer que me encadenen a alguien como tú por toda la eternidad". Y el tipo contesta: "Tú no sé, pero yo pisé un puto pato".

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