martes

Chistes Picantes

Hombre precavido

Un hombre llega a una farmacia repleta de gente y, en voz muy alta, dice:

-Señorita, ¿me da un condón?

-Por favor, señor, ¡cuide usted su lengua!

-Entonces deme dos.



Bomberos ardientes

En un feroz incendio, el jefe de los bomberos notó que le faltaban dos de los integrantes. Cuando los estaba buscando, observó que el camión se movía de forma cadenciosa. Abrió la puerta y encontró a los dos bomberos, a cuatro patas, enfrascados en plena actividad sexual.

-¿Pero qué está pasando aquí? -preguntó, indignado, el jefe-.

-Verá, jefe... Lo que pasa es que mi compañero se estaba asfixiando con el humo y yo vine a darle auxilio.

-¡Pero para la asfixia lo que se recomienda es la respiración boca a boca! -gritó, enojado, su superior-.

-¡Sí, jefe, así fue como empezamos!



Curiosidades ancestrales

Un día, Eva se levantó con las hormonas un tanto revueltas y le exigió a Adán que la dejara satisfecha. Adán, que estaba un poco cansado, le dijo que en ese momento no tenía ganas. Y, como sabía que era el único hombre, no corría riesgo de que Eva le pusiera los cuernos.

Eva, furiosa, empezó a caminar sin rumbo alguno, hasta que se encontró con un dinosaurio y le pidió a éste que se acostara con ella. El dinosaurio se negó a hacerlo, alegando que a él tan sólo le gustaban las dinosaurias. Eva, más furiosa aún, se tiró encima del dinosaurio y le arrancó los testículos con los dientes. Después siguió su camino.

Más adelante se encontró con un mono mandril y le exigió lo mismo, pero el mono se negó y Eva, en un ataque de locura, se abalanzó sobre el mandril y le arrancó los pelos del culo a tirones.

Decepcionada y resignada, se sentó en la orilla de un arroyo con las piernas abiertas para bajar su calentura. Fue entonces cuando notó que un pececito aparecía ante ella. Eva, al verlo, lo tomó por la parte de atrás y lo introdujo entre sus pieranas, a modo de consolador.

Hay dos cosas que ahora sabemos gracias a esta historia:

1) La razón por la que se extinguieron los dinosaurios.

2) El motivo por el que los mandriles tienen el culo colorado.

Pero lo que, desgraciadamente, jamás podremos llegar a saber es qué olor tenía originalmente el pescado.



Rollito de otoño

En una fiesta de la tercera edad se conocen dos ancianos. Después de tomar unas copas salen a la calle y él le propone a ella hacer el amor. Él la lleva tras unos arbustos y allí se meten en faena. Al cabo de unos minutos él le dice:

-¡Vieja, si hubiera sabido que eras virgen te habría llevado a un hotel!

A lo que ella contesta:

-¡Viejo, si hubiera sabido que aún se te leventaba me habría quitado las bragas!



Mi fiel Bertold

El conde regresa de las cruzadas y manda reunir a todos sus sirvientes. Una vez reunidos, les dice:

-Antes de irme a las cruzadas ordené que le pusieran a mi esposa, la condesa, un cinturón de castidad con guillotina. Ahora veremos si me fueron fieles. ¡Abajo los pantalones!

Todos los sirvientes tenían el miembro rebanado, menos uno. El conde lo llama:

-Ven acá, mi fiel Bertold, y dile unas palabras a este montón de desvergonzados.

-¡Ggg... g... ggggg... gg!



Ladrón de guante blanco, y suave

Una señora va caminando tranquilamente por la calle. Se cruza con ella un joven ladrón, le apunta con un arma y le arrebata el bolso. Al buscar dentro del bolso el ladrón encuentra muy poco dinero. Entonces le dice a la mujer:

-No es posible que tenga usted tan poco dinero. Seguramente debe tener más escondido.

Antes de que la mujer pueda protestar comienza a cachearla, por la cintura, el busto, debajo del vestido, por todos lados. Luego de un rato de buscar sin éxito se da por vencido y pregunta a la mujer:

-¿En serio no tiene más dinero?

-En serio, no tengo más -contesta la señora-, pero si sigue usted buscando mañana sin falta le enviaré yo un cheque.



Jorobado bien dotado

Entra un jorobado a unos aseos públicos y se para junto a otro señor que también se estaba disponiendo a hacer sus necesidades. El jorobado se abre la bragueta y saca un miembro enorme, tan grande que el señor que estaba junto a él exclama:

-¡Cielo santo! ¡Si yo la tuviera así de grande me la estaría besando todo el día!

-¿Y por qué cree usted que yo estoy jorobado?



Fotografía in vitro

Una pareja llevaba muchos años de matrimonio y no había logrado tener familia. Tras consultar a varios doctores, sin éxito, fueron a ver a un especialista muy renombrado, quien, tras muchos estudios, les dijo que la única solución era que buscaran un padre sustituto.

-¿Y qué es un padre sustituto? -preguntó la señora-.

-Es un hombre seleccionado con mucho cuidado y que hace, por una sóla vez, las funciones del esposo para que la mujer quede embarazada.

La señora vaciló un poco, pero su marido le dijo al doctor que él no tenía ningún inconveniente con tal de ver realizada su ilusión de convertirse en padre. Pocos días después, se contrató a un joven y se concertó una cita para que, el siguiente domingo por la mañana, cuando se ausentara el marido de la casa, visitase a la señora para cumplir su tarea.

Sin embargo, sucedió que un fotógrafo de niños había sido llamado a una casa vecina para retratar a un bebé. Por caprichos del azar, el hombre se equivocó de domicilio y llegó al de la señora:

-Buenos días, señora, vengo por lo del niño.

-Sí, pase usted. ¿Quiere tomar algo?

-No, muchas gracias, el alcohol no es bueno para mi trabajo. Lo que quisiera es comenzar cuanto antes.

-Muy bien, ¿le parece si vamos a la habitación?

-Puede ser allí, pero también me gustaría una aquí, en la sala, dos en la alfombra y otra en el jardín.

-¿Pues cuántos van a ser? -se alarmó la señora-.

-Ordinariamente son cinco en cada sesión, pero si la mamá coopera pueden ser más, todo depende -dijo, mientras sacaba del portafolios un álbum-. Me gustaría que viera antes algo de lo que he hecho. Tengo una técnica muy especial y única que le ha gustado mucho a mis clientas. Por ejemplo, mire el retrato de este niño tan bonito: lo hice en un parque público, a plena luz del día. ¡Cómo se juntó la gente para verme trabajar! Esa vez me ayudaron dos amigos, porque la señora era muy exigente: con nada le podía yo dar gusto y quedarle bien. Para colmo, esa vez tuve que suspender el trabajo porque llegó una ardilla y comenzó a mordisquearme el equipo.

La señora, estupefacta, escuchaba todo esto mientras el fotógrafo continuaba:

-Ahora vea estos mellizos. En esa ocasión sí que me lucí, todo lo hice en menos de cinco minutos: llegué y ¡paf!, dos tomas y mire los gemelos que me salieron.

La señora estaba cada vez más asustada oyendo al fotógrafo, que continuaba:

-Con este niño batallé un poco más, porque la mamá era muy nerviosa. Yo le dije: "Mire, señora, usted mire hacia otro lado y déjeme hacer todo a mí". Ella se dio la vuelta, y así pude yo hacer mejor mi trabajo.

A esta altura, la señora estaba a punto del desmayo. El fotógrafo, guardando su álbum, le dijo:

-¿Quiere que comencemos ya, señora?

-Cuando usted diga.

-Está bien, voy a por mi trípode.

-¿Trípode? -preguntó, temblando, la señora-.

-Sí -respondió tranquilamente el fotógrafo-, es que, ¿sabe usted?, mi aparato es muy grande y necesito un trípode para apoyarlo y estabilizarlo, porque ni con las dos manos puedo sostenerlo bien... ¿Señora? ¿Señora? ¡Señoraaaaa!



Testículos calientes


Tres amigas charlan sobre su vida sexual:

-A José, cuando hacemos el amor, se le calientan los testículos -dice una de ellas-.

-Parece que eso le pasa a todos los hombres, porque a Juan también le sucede lo mismo -responde otra-.

-Pues yo no me he fijado con Luis, pero esta noche lo sabré -dice la tercera-.

Al día siguiente, la mujer de Luis aparece con un ojo morado, un brazo enyesado y moratones por todo el cuerpo.

-¿Que te pasó? -inquieren, preocupadas, las dos amigas-.

-Fue Luis -responde-.

-¿Luis? ¿Pero por qué te golpeó así?

-Es que anoche, cuando hacíamos el amor, le toqué los testículos para confirmar lo que habíamos hablado y, al ver que los tenía calientes, le dije: "Se te calientan igual que a José y a Juan".



Maridos devotos

Dos mujeres en la peluquería:

-Gertrudis, ¡estoy desesperada! En el terreno sexual, paso más hambre que un maestro de escuela. Claro, mi marido es del Opus Dei, y un día por el Opus y otro por el Dei... ¡nada de nada!

-¡Ah! Pues yo en ese terreno estoy muy bien servida. Mi marido es luterano, y un día por el úter y el otro por el ano...



Mocos

Una madre está con su hijo pequeño en el cine. En la fila de atrás hay una pareja de novios besándose cada vez más apasionadamente. De pronto, el niño le dice a la madre:

-Mamá, mamá... ¡Mocos!

La madre coge un pañuelo, se lo acerca a la nariz del niño, y éste le dice:

-No, ahí no. ¡En la oreja!



Los zapatos del negro

A un hombre lo invitan a una fiesta, pero el pobre no tiene nada que ponerse. Decide pedirle a un amigo negro, de dos metros de altura, portero de una discoteca, que le preste algo de ropa. El negro accede gustoso y le dice que entre y saque lo que necesite. El amigo ve unos zapatos negros de charol que brillan como un espejo y dice:

-Oye, negro, préstame estos zapatos tan bárbaros.

-Ni loco -dice el otro-. Son los del trabajo, me costaron cerca de 500 euros, y si me los rompes te corto los huevos.

Tanto le insiste el amigo que el negro accede al fin.

-Pero cuidámelos bien o te juro que te los corto.

El hombre va a la fiesta. Se acerca a una chica y la saca a bailar. Después de un rato se sientan en la barra a conversar. Él, así sentado como está, se lustra disimuladamente el zapato con el pantalón y coloca el pie entre las piernas de la señorita, que lleva minifalda, para poder mirarla en el brillo del zapato y le dice:

-¡Cómo me gustan las mujeres con ropa interior negra!

La chica huye despavorida a contarle el suceso a sus dos amigas.

-¿Veis a aquel tío? ¡Te adivina el color de la ropa interior que llevas!

-¡Vamos a ver si es cierto! -le dice una de ellas, y se acerca a conversar con el hombre-. Él repite la escena. Se lustra el zapato, lo mete sigilosamente entre las piernas de la mujer, mira en el zapato brillante como un espejo y dice:

-¡Cómo me gustan las mujeres con ropa interior blanca!

Corriendo, la mujer va donde están las amigas y grita:

-¡Es cierto, el tío aquel te adivina el color de la ropa interior!

La tercera amiga dice:

-¡A mí este cabrón no me la da! ¡Vamos a ver si adivina tanto!

Se va al baño, se quita la ropa interior y se acerca a hablar con el hombre. Otra vez él hace lo mismo, se lustra el zapato y, cuando decide mirar entre las piernas de ella, le baja la presión y se pone blanco. Disimuladamente, para que la mujer no se dé cuenta, se vuelve a lustrar el zapato y trata de mirar otra vez, pero le quedan los ojos como platos. Al intentarlo por tercera vez, el hombre no aguanta más y le dice a la mujer, suplicándole:

-¡Por favor, dime que no llevas nada debajo de la falda, porque si ese tajo lo tiene el zapato ¡el negro me corta los huevos!



El apartamento

Un señor y una señora salieron una noche en su primera cita. De camino al hotel, él se dio cuenta de que no llevaba dinero en efectivo y acordaron que ella pagaría la habitación y él le enviaría un cheque por 500 euros al día siguiente. Así lo hicieron, y él decidió enviarle el cheque a través de su secretaria. Para que ésta no se entere de la relación que hubo entre los dos, le dio a entender que el dinero era en pago por el alquiler de un apartamento. Pero el señor decidió enviarle un cheque por 300 euros, en lugar de los 500 acordados, y le expuso las siguientes razones:

"Estimada señora:

Aquí le envío 300 euros en vez de los 500 acordados en pago del apartamento que le alquilé, pues me imaginaba otra cosa:

1º Esperaba un apartamento sin estrenar.

2º Que tuviera calefacción.

3º Que fuera pequeño.

Y resultó todo lo contrario, pues estaba usado, era frío y ancho.

Atentamente, el inquilino."

Al recibir esto, la joven señora le contestó:

"Estimado caballero:

Le devuelvo su dinero, pues en verdad no lo necesito, pero debo decirle, en referencia a su carta, que usted tendría que saber:

1º Que un apartamento tan bonito no podría estar sin estrenar.

2º Que con seguridad usted no supo encender la calefacción.

3º Que yo no tengo la culpa de que usted no tenga suficientes muebles para llenar el apartamento.

Atentamente, la dueña."



Los cinco golpes

Un rico hombre blanco sorprende un día a su jardinero negro orinando y comprueba que tiene un pene enorme, así que le pregunta:

-Oye, Tom, ¿qué haces para tener tan magnífico aparato?

-Es fácil, lo único que hay que hacer todos los días es, al ir a la cama, conseguir tener una erección, y entonces golpear el pene contra los barrotes de la cama muy fuerte cinco veces.

El blanco no acaba de creerse esto, pero en vista de la irrefutable evidencia decide probarlo, así que esa noche, cuando se va a la cama, espera a tener una erección y pega los cinco mamporrazos contra los barrotes de la cama. Entonces su esposa, medio dormida, esboza una sonrisa y pregunta:

-¿Tom? ¿Eres tú?



Apuesto gigoló

Una mujer estaba sentada en un bar, disfrutando de una copa para relajarse después del trabajo, cuando se abrió la puerta y entró el hombre más guapo que había visto en su vida. Era imponente. Alto, musculoso, bien plantado, elegante, de abundante pelo oscuro, brillantes y enormes ojos verdes y una preciosa sonrisa. Cada uno de sus movimientos era tan masculino y sensual que la mujer no podía quitarle los ojos de encima.

El hombre se dio cuenta de la mirada observadora de la mujer y, con una sonrisa seductora, se le acercó. Ella, nerviosa y sonrojada, se preparó para disculparse por su mirada inquisitiva, pero, antes de que pudiera abrir la boca, él se inclinó y le susurró al oído, con voz suave, profunda y ligeramente ronca:

-Haré cualquier cosa, absolutamente cualquier cosa que desees, cualquier cosa con la que hayas soñado o fantaseado, cualquier cosa que quieras, por 50 euros. Sólo te pongo una condición...

Temblando, expectante, la mujer le preguntó cual era esa condición. Él contestó:

-Tienes que decirme lo que quieres que haga con sólo tres palabras.

La mujer miró fijamente a los ojos hipnóticos del hombre, por un segundo, analizando la proposición. Luego, tomada la decisión, metió la mano en su cartera y saco 50 euros, anotó su dirección en la servilleta del bar, la dobló, metió el billete dentro, y puso la servilleta en la mano del hombre. Se inclinó y le susurró al oído:

-Límpiame la casa.



Besito de despedida

Una noche, una pareja regresa a la casa de ella. En la puerta, antes de despedirse, él extiende la mano y la apoya en la pared, cortándole el paso a su novia.

-Venga, hazme una mamadita.

Sonrojada, ella responde:

-¿Pero tú estás loco? ¿Cómo te la voy a chupar aquí?

-Vamos, no seas tonta, si te gusta...

-¿Pero qué dices? ¿Y si baja algún vecino, o alguien de mi familia?

-¡Venga, no te hagas rogar, que sabes que me gusta mucho! Venga, sé buena y hazme una mamada rapidita.

-¡Tú estás tonto! ¿Aquí? ¿En la puerta de mi casa?

-Venga, una rapidita y después me voy.

-¡Estás completamente pirado!

-¡Mamadita, mamadita, mamadita...!

-¡Que no, y se acabó! ¡Te he dicho que aquí de ninguna manera!

En ese momento, se oyen ruidos en la escalera y aparece la hermana de ella, medio dormida, y dice:

-Dice papá que se la chupes ya, o si no que se la chupe yo, o que si no baja mamá y se la chupa ella, y si no hay más remedio baja él a chupársela, pero, por favor, ¡que quite la mano de una puta vez del portero automático!



Pesimista

Esta es la historia de una mujer que siempre fue pesimista. De niña, por ejemplo, si su papá le compraba patines, la niña, al verlos, decía: "¿Y si me caigo?". Si le compraba una muñeca, la niña decía: "¿Y si se rompe?". Y así siempre.

El padre de la niña, un señor adinerado, la llevó a distintos especialistas, quienes sugirieron que intentara darle mayor seguridad, que ya se le pasaría con el tiempo. Pero el tiempo pasaba, y a pesar de que el padre se esmeraba en darle todo, su hija no daba muestras de mejorar. A los 15 años, intentó enviarla de viaje en un crucero por el Caribe, pero ella repuso: "¿Y si el crucero se hunde?" Entonces le propuso enviarla a Europa en avión, pero ella respondió: "¿Y si el avión se cae?"

Pasó el tiempo, y la antes niña ya era toda una mujer de 30 años, pero sin mejoría alguna. El padre, consultando psiquiatra tras psiquiatra, encontró uno que le sugirió:

-Lo que le falta a su hija es conocer el amor. ¿Por qué no le consigue algún novio?

-Ya lo intenté, pero ella empieza: "¿Y si no me quiere, si luego me abandona?", y cosas por el estilo. Además, así de pesimista no hay quien la soporte.

-Pruebe entonces a hacerlo por la fuerza. Usted es un hombre de muchos recursos, podría pagarle a su chofer, por ejemplo...

Desesperado, decidió hacer la prueba. Esa noche, el chofer entró a la habitación de la hija, le pegó un par de bofetadas, la arrojó sobre la cama, le arrancó la ropa y, desnudo él también, se le echó encima. La chica estaba inmóvil, dura. El chofer la penetró. Ella seguía totalmente inmóvil, como paralizada. Entonces, enojado, el chofer le gritó:

-¡Muévete un poco!

Ella respondió:

-¿Y si se sale?



La cortadora de pepinos


Esta historia es sobre un hombre que trabajaba en una fábrica de conservas. Un día le confesó a su mujer que estaba poseído por una terrible obsesión, un impulso incontrolable de colocar su pene en la cortadora de pepinos. Espantada, la esposa le sugirió que consultara con un psicólogo. El marido prometió que lo pensaría, pero continuó repitiéndole y repitiéndole a la esposa el mismo cuento, hasta que ella, aburrida, un día le dijo:

-¡Pues mételo en la cortadora de pepinos y no me jodas más! ¡El pene es tuyo, por lo tanto es tu problema!

Al día siguiente, el marido llegó a casa cabizbajo, profundamente abatido:

-¿Que pasó, querido? -le preguntó la mujer, preparándose para lo peor-.

-¿Te acuerdas de mi obsesión de meter el pene en la cortadora de pepinos?

-¡Oh, no! -gritó la mujer-. ¡Dime que no hiciste eso!

-¡Sí, lo hice!

-¡Oh Dios! ¿Y qué pasó?

-¡Me despidieron! -respondió el marido-.

-¿Qué? ¿Y la cortadora de pepinos? ¿Qué te hizo? ¿Te lastimó?

-¡Noooo..., a ella también la despidieron!



El abogado de la corona


Amit era un alto funcionario de la corte del rey Akbar. Hacía mucho tiempo estaba obsesionado con el deseo incontrolable de chupar los voluptuosos senos de la reina hasta hartarse. Por supuesto, nunca había podido hacerlo. Un día reveló su deseo a Birbal, principal consejero y abogado de la corona, y le pidió que hiciese algo para ayudarlo. Birbal, después de mucho pensar, aceptó ayudarlo, con la condición de que Amit le pagara mil monedas de oro. Amit aceptó el acuerdo.

Al día siguiente Birbal preparó un líquido que causaba picazón y lo derramó en el sostén de la reina, mientras ésta tomaba un baño. Pronto el escozor comenzó y fue aumentando en intensidad, dejando al rey preocupado y a la reina muy molesta. Se hicieron consultas a los médicos y, ante la falta de respuesta de éstos, Birbal dijo que a su entender sólo una saliva especial, aplicada por cuatro horas, curaría el mal. Birbal también dijo que esa saliva tan especial podría ser encontrada en la boca de Amit. El rey Akbar se puso muy feliz y llamó a Amit, quien durante las cuatro horas siguientes se cansó de chupar a voluntad los suculentos y deliciosos pezones de la reina. Lamió, mordió, apretó y acarició; en fin, hizo todo lo que siempre había deseado.

Con su deseo ya plenamente realizado y su líbido satisfecha, Amit se negó a pagarle a Birbal lo que habían convenido; además, se burló de él y se le rió en la cara. Sabía que, naturalmente, Birbal nunca podría contar el hecho al rey. Pero Amit había subestimado al abogado de la corona, hombre de muchos recursos, como todos los de su profesión. Al día siguiente Birbal colocó el mismo líquido en los calzoncillos del rey.



Noche de pasión

Ella está ya medio dormida en la cama cuando escucha llegar a su marido del trabajo y siente cómo es acariciada levemente, casi de manera furtiva, recorriendo suavemente la periferia de su cuerpo, y siente cómo su cuerpo reacciona inmediatamente a las caricias, el marido toma sus manos y las recoge, mete una de sus manos por su espalda y llega atrevidamente hasta sus redondeces. En ese momento ella está ardiendo, jadeante y deseosa, entonces sus piernas son abruptamente levantadas, la mujer siente que la pasión perdida por años ha regresado y nota cómo su hombre recarga sobre ella todo su peso, siente en su nuca el aliento cálido de él, ella levanta las caderas, separa e inclina sus piernas y se dispone a ser tomada cuando, de pronto, su marido suelta sus piernas, gira sobre sí mismo y se acomoda en su lado de la cama. La mujer, atónita y respirando entrecortadamente, pregunta qué pasó. Él responde:

-¡Ya!

-¿Ya qué, grandísimo cabrón?

-¡Ya duérmete, mi cielo, que ya encontré el mando a distancia!

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