martes

Chistes de Curas (2)

Cura granadino en Sevilla

Había un cura granadino que tenía una afición desmedida por el vino. Su fama llegó a oídos del obispo, que lo llamó para decirle:

-Mira, vas a tener que ir tres semanas a decir misa a Sevilla, que se nos ha puesto malo el cura de la parroquia.

-¿Cómo voy a ir yo a decir misa a Sevilla? ¡Si a mí me dan asco los sevillanos!

-Lo siento, pero debes ir.

Finalmente al cura no le quedó más remedio que irse a Sevilla, con un enfado de campeonato. Cuando llegó la hora de decir la primera misa, el cura pensó: "¡Se van a enterar estos cabrones!". Empezó la misa y llegó la hora del sermón:

-Hoy quiero hablaros de Adán y Eva. Adán, hombre honesto, casto y bondadoso, del barrio de la Chana, ¡de Granada! Y Eva, pecadora, que traicionó a Adán, del barrio de las Luces, ¡de Sevilla!

Terminó la misa y todos los sevillanos se acordaron de la madre del cura. Al siguiente domingo, el sermón hablaba de Caín y Abel.

-¡Caín y Abel! Caín, hombre bueno y un ejemplo a seguir, de bondad natural, del barrio del Zaidín, ¡de Granada! Y Abel, pecador y mala persona, que mató a su hermano, que no podía caer ya más bajo, del barrio de Triana, ¡de Sevilla!

Nuevamente los sevillanos le dijeron al cura de todo menos bonito. Las quejas de los parroquianos llegaron hasta el obispo, que llamó al cura y le dijo:

-Mira, esto no puede seguir así, te estás riendo de los sevillanos e inventándote historias. Haz el favor de comportarte, que te queda sólo una misa y tienes que intentar quedar bien con los sevillanos.

-¡Lo que usted mande!

Llegó la hora de la última misa del cura, que tenía el encargo del obispo de dar un sermón sobre el hijo pródigo. "¿Qué hijo pródigo ni que hostias?" -pensó el cura-. "Voy a hablar de la última cena". Y así empezó el sermón:

-Estaba el Señor con sus doce apóstoles cuando dijo Jesús: "Entre nosotros hay uno que me ha traicionado". "¿Seré yo, Señor?", dijo Pedro. "No, hijo mío", contestó Jesús. "¿Seré yo, Señor?", dijo Juan. "No, hijo mío", contestó Jesús. Así fueron preguntando todos los apóstoles, hasta que le llegó el turno a Judas, que preguntó a Jesús: "¿Seré yo, mi 'arma'?"



El precio de la penitencia

Un hombre fue a la iglesia a confesar sus pecados. Muy arrepentido, le dijo al cura:

-Padre, confieso que robé una gallina.

-Reza 3 padrenuestros y devuelve ese animal a su dueño.

-No puedo, padre. ¡Me la comí!

-Bueno, entonces que sean 6 padrenuestros y págale la gallina al dueño.

-Padre... ¡Es que no me acuerdo dónde la robé! Estaba muy borracho.

El cura, enojado, dijo:

-Está bien, reza un rosario completo, y después saca del bolsillo 20 euros y se los das a la primera persona que te encuentres al salir de la iglesia, como penitencia.

El hombre se dirigió al fondo de la iglesia, rezó el rosario y salió a la calle, con los 20 euros en la mano. La primera persona a la que vio al salir fue una chica en la esquina. Se acercó a ella y le dijo:

-Tenga, señorita, 20 euros.

-No, querido, son 50 euros.

-¿Pero cómo 50? ¡El cura me dijo 20!

-Ya..., pero es que el cura es cliente de muchos años...



No jugarás


Un viernes santo, el hombre llegó llorando a la iglesia y le dijo al sacerdote:

-¡Ay, padre! ¡Qué desgraciado soy! Me puse a jugar al poker y he perdido todo mi dinero!

-Eso te pasa, hijo mío, por jugar en viernes santo -le reprochó el sacerdote-.

-¡No me joda, padre! ¿Y los que me ganaron, que día jugaron?




El compromiso del monaguillo


Estaba el cura dando el sermón en misa y le preguntó a Juan, el monaguillo:

-¿Verdad, Juan, que si tú tuvieras dos millones de euros le darías uno a Pedro?

-Sí, padre.

-¿Verdad, Juan, que si tú tuvieras dos casas le darías una a Pedro?

-Sí, padre.

-¿Verdad, Juan, que si tú tuvieras dos coches le darías uno a Pedro?

-Sí, padre.

-¿Verdad, Juan, que si tú tuvieras dos gallinas le darías una a Pedro?

Juan quedó pensativo unos instantes y respondió:

-No, padre.

-¿Pero por qué no, Juan?

-¡Porque dos gallinas sí que tengo, padre!




Bendito caballo


Un apostante empedernido estaba en el hipódromo cuando vio que un cura entraba al área de establos con uno de los propietarios y bendecía a uno de los caballos. En la carrera siguiente el caballo llegó en primer lugar. Intrigado, comenzó a observar que esto se repetía con frecuencia, así que decidió arriesgar todos sus ahorros. Al día siguiente siguió los movimientos del cura y apostó todo al caballo al que acababa de visitar. Comenzó la carrera esperada y el caballo elegido no sólo no ganó, sino que llegó en último lugar, a mucha distancia de los demás. Terriblemente acongojado, el apostante buscó al cura y le rogó que le dijera qué era lo que había salido mal. El sacerdote suspiró y dijo:

-¡Ah, es una lástima! Ese es el problema de no saber distinguir entre una bendición y una extremaunción.




Daños colaterales

Un hombre mayor, italiano, que vivía en las afueras de Nápoles, el pasado otoño de 2008 fue a la iglesia local a confesarse. Cuando el sacerdote abrió el confesionario, el hombre dijo:

-Padre, durante la Segunda Guerra Mundial, una mujer preciosa llamó a mi puerta y me pidió que la escondiera del enemigo. Así que yo la escondí en mi desván.

-¡Es maravilloso lo que hiciste, hijo! -contestó el sacerdote-. No tienes que confesarte por eso.

-No, padre, es que ella empezó a agradecérmelo con favores sexuales.

-Estando en gran peligro y bajo esas circunstancias dos personas pueden estar tentadas a actuar así. Pero si lo sientes verdaderamente estás perdonado de hecho.

-Gracias, padre. Esa es una gran carga que saca de mi alma. Pero tengo una duda más.

-¿Y cuál es, hijo?

-¿Cree usted que debería decirle que la guerra ha terminado?



El cura y el alcalde

Un burro muere frente a una iglesia. Al cabo de una semana el cuerpo aún sigue allí. El sacerdote se decide a llamar al alcalde:

-Alcalde, tengo un burro muerto hace una semana frente a la iglesia.

El alcalde, enemistado con el cura, responde:

-Pero padre, ¿no es el Señor quien tiene la obligación de cuidar de los muertos?

-Así es. Pero también es mi obligación avisar a los parientes.



Un cura en Alaska

Un cura es enviado a Alaska. Un obispo lo va a visitar un año más tarde y le pregunta:

-¿Y cómo le va por acá?

-Bueno, si no fuera por mi rosario y mis dos whiskys al día, estaría perdido. A propósito, ¿gusta un whisky?

-Sí, por favor.

-Rosario, por favor, tráele un whisky al obispo.


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